El mundo,  a veces, puede llegar a ser un lugar poco seguro. Y la naturaleza contó con ello. De ahí que exista un mecanismo biológico que nos permita reaccionar adaptativamente a situaciones en las que percibimos un riesgo para nuestra integridad. Este mecanismo es el miedo.

Efectivamente, tendemos a ver el miedo como una alteración de la conducta de los animales. Sin embargo, se trata de una emoción que nos permite sobrevivir; no en vano los procesos evolutivos han favorecido la permanencia de esta emoción a lo largo de millones de años, estando presente en gran parte de los taxones animales.

No debemos confundir, por tanto, el miedo adaptativo como respuesta a una situación percibida como de riesgo, con los Trastornos de Miedo. Estos últimos aparecen cuando las estrategias naturales de respuesta al miedo no son eficaces, generándose en el animal una sensación de inseguridad continuada en el tiempo que generalmente acaba desembocando en cuadros de ansiedad.

El miedo nos prepara para, ante el estimulo que lo genera, optar por una de dos alternativas: huir o enfrentarse. Hay que recordar que muchas conductas agresivas mostradas tanto por perros como por gatos están motivadas en su origen por miedos no resueltos. Hay una tercera opción ante el miedo: no hacer nada. Esto ocurre cuando el animal llega a la conclusión de que su conducta no influye en las consecuencias previstas ante un estimulo (“nada de lo que haga va a solucionarlo”); esto conlleva, por un lado, la perdida de la sensación de control  sobre el entorno y, por otro, la incapacidad de aprender a solucionar determinadas situaciones asociadas al contexto que genera miedo (efecto de indefensión aprendida). Esta última opción lleva al animal a un estado de resignación, con alta ansiedad y un deterioro muy importante de su estado mental, generalmente irreversible (como ocurre en la mayoría de los animales de zoológico).

Es importante reconocer el miedo en los animales.

En el perro la reacción postural consistente en adoptar una posición agazapada, con las orejas pegadas a la cabeza y la cola metida entre las patas, se produce en presencia del estimulo que provoca el miedo. Sin embargo, los cuadros de miedo mas habituales son crónicos y se reconocen por las actitudes y estrategias puestas en marcha por el animal, generalmente basadas en la intimidación, la agresividad y otras conductas autoprotectoras, junto a síntomas de ansiedad.

Nunca debemos confundir las posturas indicadoras de miedo con actitudes de sumisión o apaciguamiento (se diferenciarán en función de la situación contextual en que ocurren).

En el gato, las reacciones más habituales en los estados de miedo son la agresividad (tanto ofensiva como defensiva) y el aislamiento excesivo (el gato pasa largos periodos escondido en el hogar). La reacción postural es semejante a la del perro.

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Los Trastornos de miedo son diagnosticados con una alta frecuencia en los animales de compañía, cosa que no deberíamos obviar ni subestimar, ya que afectan gravemente al bienestar del animal. Esta alta frecuencia se debe fundamentalmente al manejo inadecuado de los animales que muestran miedo en etapas tempranas de la vida y, sobre todo, al hecho de forzar a un animal a vivir en entornos para los que no está preparado.

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