Tenencia de Perros y Bienestar Animal

Actualmente existe un aumento creciente de la sensibilidad hacia el trato que ofrecemos a los animales que comparten nuestras casas y hacia la fauna en general. Sin embargo, el concepto popular de Bienestar se reduce a la ausencia de maltrato.

Es habitual encontrar expresiones que muestran que un perro “con comida, paseos, una pelota y caricias” está bien cuidado. Nada más lejos de la realidad.

Hay, por otro lado, una tendencia significativa a intentar modificar la conducta de los perros cuando estos “se portan mal”, sin caer en la cuenta de que muchos de los problemas de conducta de nuestros animales son reacciones de defensa ante el estrés o el miedo, y que son indicativos de un déficit de bienestar para ellos. En muchos de estos casos no se trata de modificar su conducta, sino de comprender que tienen muchas dificultades de adaptación al entorno, tanto físico como social, en el que los obligamos a vivir.

Se entiende por Bienestar Animal aquel estado en el que un animal tiene satisfechas sus necesidades vitales básicas (tanto orgánicas como mentales), y puede aprender mediante sus mecanismos naturales, y desarrollar más tarde, las pautas de conducta propias de su especie, en un entorno libre de estrés y miedo. Una reflexión sobre esta idea puede ser reveladora, y ha de ser necesaria si queremos mantener a un perro en unas condiciones dignas.

Este concepto ha sido aplicado en animales cautivos en zoológicos y en animales de abasto, pero no en animales de compañía, puesto que entra en conflicto con la expectativa que supone el hacerse cargo de un animal para la mayoría de la gente. También es perceptible la falta de aplicación de este concepto en los llamados animales exóticos, que generalmente son sometidos a niveles extremadamente elevados de estrés por el simple hecho de mantener en cautividad a animales que no han sido domesticados (puede evidenciarse esta idea en el hecho de que de cada 10 animales exóticos que mueren, 7 lo hacen por deficiencias en las condiciones de manejo).

La cantidad de perros que mantenemos en nuestros hogares ha aumentado considerablemente en las últimas décadas, pues se ha generalizado la idea de que aportan beneficios al ser humano, ya sean estos en forma de trabajo (perros policía, guardas, etc.) o afectivos y lúdicos. Las consecuencias son evidentes cuando se analizan: la alta tasa de cuadros de miedo, estrés y ansiedad presentes en los perros, un alto grado de conflictividad entre perros debido, entre otras cosas, a la alta densidad de perros que pretendemos mantener en los parques, un aumento de las agresiones de perros hacia personas… En definitiva, existe un alto grado de frustración en aquellas personas que comprueban que la conducta mostrada por su perro no se corresponde con la que esperaban, y por otro lado, los niveles de bienestar observados en nuestros perros domésticos son altamente mejorables.

Quizá deberíamos caer en la cuenta de que vivir con  un perro supone asumir la responsabilidad, no solo de su adecuado mantenimiento, sino también de la satisfacción de sus necesidades y el respeto de sus derechos naturales.

Supone asimismo la responsabilidad de adquirir los conocimientos necesarios para cuidar de un animal y dotarse de la empatía suficiente como para llegar a la conclusión de que si un perro siente miedo en la calle quizá haya que trasladarlo a otro entorno más adecuado, en lugar de banalizar el problema o intentar forzar a un animal a que se enfrente a sus miedos. Tenemos que comprender, por último, que los perros no pueden ser utilizados como herramientas para nuestros propios fines: ni son guardas de seguridad obligados, ni son artistas que deban entretenernos, ni deportistas de élite, ni policías que deban protegernos.

Cuantas personas en el mundo del adiestramiento canino le han preguntado a su perro antes de manipular su conducta:

y tú ¿qué deseas hacer?

 

 

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