Existen varios puntos de vista a la hora de definir el concepto de domesticación.

La acepción mas popular equipara domésticodomado. Se usa por tanto para referirse a aquellos animales que el ser humano a conseguido amansar. Lingüísticamente hablando, el término doméstico hace referencia a domus (del latín, «casa»), y por tanto se aplica a aquellos animales que «viven en casa». El punto de vista zootécnico considera domésticos a aquellos animales cuyo ciclo vital completo está bajo control humano.

Desde un punto de vista biológico se entiende por domesticación el proceso por el que una especie sufre cambios, tanto morfológicos como conductuales, derivados de la convivencia estrecha con los humanos. También son domésticos, por tanto, los ratones, las moscas, las palomas o el geranio silvestre que crece en la acera, entre muchos otros). Es importante entender que la domesticación no es causada «a voluntad» por el ser humano, es decir, no se pueden predecir los efectos que tendrá la domesticación de una determinada especie. Por tanto, no debemos confundir domesticación con selección genética artificial o con los efectos ontogenéticos de la cría en cautividad de animales.

Es frecuente hoy en día encontrar implícita la idea de que los animales domésticos han sido fabricados por el ser humano. La idea de que algún acto humano pueda crear especies nuevas sólo es concebible desde un punto de vista profundamente antropocéntrico y carece de base científica. La domesticación, como se ha comentado, modifica o altera especies pero no las crea de novo. El perro (Canis familiaris) tiene su arquetipo (ancestro) en el lobo gris (Canis lupus). El arquetipo del gato doméstico (Felis catus) es el Gato Salvaje Africano (Felis silvestris lybica).

Los mecanismos intrínsecos del proceso de domesticación que ha derivado en los perros y gatos actuales desde sus respectivos arquetipos son poco conocidos, aunque probablemente estén relacionados con conceptos tales como «coevolución».

El perro, como «prototipo» de animal domesticado, lleva conviviendo estrechamente con el ser humano al menos 10.000 años. A lo largo de este tiempo ha aprendido a interpretar nuestras actitudes, especialmente a través de nuestra gestualidad facial, a diferencia del lobo que no es capaz de tales cosas. También ha sido capaz de adaptarse a entornos cada vez más humanizados como animal comensal. Sin embargo, en el último siglo el desarrollo urbano y el aumento de población humana han sido extraordinariamente acelerados, y quizá han sobrepasado la capacidad y los ritmos de adaptación de perros y gatos. Especialmente, referido a España, en las ultimas tres décadas el cambio en los ambientes urbanos ha sido muy marcado, dando lugar a un aumento significativo de los problemas de adaptación observados en nuestros animales.

Relación entre Domesticación y Bienestar Animal

La visión actual de los animales domésticos a nivel social es fuertemente utilitarista, es decir, son considerados herramientas al servicio de nuestros deseos o intereses (entretenimiento, perros de trabajo, mascotas, etc.). Está visión utilitarista parte, por un lado, de la creencia antes comentada de que los perros y gatos son animales artificiales (por ello no se clasifica a perros y gatos como animales mantenidos en cautividad), y por otro de la distorsión creada acerca de las necesidades reales de estos animales (humanización, mascotización).

La supuesta artificialidad de perros y gatos parece justificar a nivel popular la eugenesia extrema a la que son sometidos (creación y mejora genética de razas) y que está detrás del altísimo numero de enfermedades congénitas asociadas a muchas de las razas mas frecuentes.

El desajuste entre el conocimiento del origen y naturaleza reales de perros y gatos y las creencias populares, abre una oportunidad de mejora de la calidad de vida de aquellos animales que conviven mas estrechamente con los seres humanos.

El hecho de convivir con un animal nos enseña que hay maneras no humanas de vivir, de sentir y de actuar. Probablemente este aprendizaje sea el mayor beneficio que podemos obtener de ellos, junto a la alegría que supone compartir espacio con un animal que se puede comportar tal y como es.

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