Es habitual que el responsable de un perro con problemas de conducta, interprete éstos como “una venganza”, “desobediencia” o “tozudez” por parte del animal. Por este motivo acude, por sus propios medios, a la compra de collares de castigo (eléctricos, de pinchos, de ahogo, etc.) para disciplinar su comportamiento .
Un dato significativo es que los collares eléctricos generan una ansiedad indiscriminada en los perros que los han sufrido y no genera aprendizaje en el perro. También se han identificado lesiones en la tráquea, columna vertebral, en el nervio ocular, glaucoma y en el aparato respiratorio.
En muchas ocasiones los tirones de correa, o lo que entendemos por «desobediencia», pueden estar asociados a trastornos de miedo o ansiedad. El uso de este tipo de collares puede agravar más aún el problema de conducta. Esto, con el tiempo, lleva a un deterioro del vínculo afectivo animal–humano que puede llegar a ser difícil de restaurar .
También se encuentra aquí la raíz de muchos abandonos e incluso sacrificios injustificados.
Nunca debemos olvidar que para un animal, a veces, es difícil adaptarse a los entornos y ritmos humanos.
Un perro con problemas de conducta puede estar pasándolo mal; si no somos capaces de empatizar con él no sabremos resolver el conflicto.
Las técnicas de modificación de conducta no deben provocar sufrimiento físico o mental a los animales. No deben centrarse en evitar las molestias que el comportamiento de los animales pueda causar a los humanos, sino que deben tener en cuenta como objetivo el hecho de que los animales también quieren sentirse mejor. Y deben, por último, respetar la dignidad de los animales, no convirtiéndolos en meros medios para el entretenimiento de las personas.
Fuente: Derechoanimal.info www.derechoanimal.info
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