Existen tres pequeños felinos en la Península ibérica. El Gato Montes (Felis silvestris) y el Lince Ibérico (Lynx pardinus), en grave peligro de extinción, viven en libertad.
Gato Montés Lince
La tercera de las especies es el gato doméstico (Felis catus). Su ancestro es el Gato Salvaje Africano (Felix silvestris lybica), siendo este una subespecie de Gato Montes y habitando, como su nombre indica, en el continente africano.
Gato salvaje africano © Africa Geographic
El inicio de la relación entre los gatos y el ser humano es confusa y se cree que se remonta a aproximadamente el año 8000 a.C. Es conocido el culto que ofrecían los egipcios a los gatos, considerándolos los encargados de conducir a los fallecidos al otro mundo (de ahí que aparezcan gatos momificados en las tumbas egipcias).
Sabemos también que hace 2000 años no había roedores domésticos (ratas y ratones) en la Europa continental, siendo estos introducidos por los romanos y por los comerciantes de la época. También sabemos de la relación que existía en Europa con los gatos durante la Edad Media, siendo estos tolerados por su capacidad para controlar las plagas de roedores… aunque sin perder su carácter «sobrenatural» como vemos en los mitos sobre brujería.
Así pues, podemos decir que en una primera etapa existe una cierta indiferencia entre gatos y humanos. Los gatos simplemente acudían como comensales a los deposito de grano y cereales que a su vez eran frecuentados por los roedores.
Al no competir por los alimentos que aprovechan los humanos, estos permitían la presencia los gatos, aunque a lo largo del periodo histórico se produjeron episodios de eliminación masiva de gatos en Europa. Es ya alcanzado el siglo XX, cuando el uso del gato como animal de compañía se generaliza en la población.
